On Apprehension
Light and shadows are visible, but not tangible. As a child, I remember this presented a profound dissatisfaction: I wanted to be able to touch what I could see. I was eleven when I asked my mother whether I was going to die someday; she gave me an honest answer as compassionately as she could. We read some passages from Khalil Gibran’s “The Prophet” together, but I was disconsolate. This realization sparked a second dissatisfaction– an anxiety, really– not because a thing is solid or tangible does it mean it is permanent: I don't get to keep everything I can feel.
How can I build understanding, then? If I cannot examine a thing by touching it, because it is intangible, and if I cannot keep even what I can touch, in order to examine it at length, how can I ever really know a thing? The act of drawing from observation is driven by a desire to apprehend, through description, the impermanent world being observed. Observational drawing is where I began, and, lately, a place I have returned to in my work. Within the larger project of giving material form to insubstantial light and shadows, my works on paper function as either proposals for spatial interventions or as means of “material apprehension” themselves, operating in a more spatial than two dimensional way.
In each site specific piece, I begin with a question about the light or space I am responding to, something that I cannot see implicit within what I can see. The not-seen component is moreover something that I sense I could get to, given enough time. I can, for example, see shapes that sunlight casts into a particular interior space at 10:30 AM on January 6, but I cannot see what shapes it cast when it first rose that morning, or the shapes it will cast as it travels through the room throughout the day. In my work, I seek to make all of that other information available, too: to augment the experience of “now” with a simultaneous experience of “before and next”. I carefully schedule on-site research days and conduct rigorous sunlight studies to ensure that my interventions are as faithful as possible to the site they were observed within.
I do this first and foremost because I want to see all of that information. Second, because I want to “keep” it- I want to detain the fleeting quality of light and shadow by translating it into material; I want to make it so that I can touch it. Last, self consciously, I want to question why I want these things. There is something compulsive about wanting these things that I am interested in exploring. I feel that I am bringing the oddity of that compulsion into focus. It is in my opinion a widely shared, frequently denied, and extremely human compulsion, one connected to anxiety over change: wanting to feel as though I “know” or “can control”. I would like to invite my viewers to question that with me by simultaneously offering them more about a space than they would have been able to see had I not committed to exploring it through my work, and positing the question (beyond aesthetic pleasure) of why a person would do that.
Beyond a response to something beautiful, beyond a kind of descriptive show-and-tell, why would a person engage her body and intellect in the obsessive tracking of light? I hope that people recognize, in my compulsion, some of their own anxieties. Perhaps deriving a sense of comfort from the expanded field of information now on view, perhaps registering the simultaneous necessity and futility of the gesture.
La luz y las sombras son visibles, pero no tangibles. Recuerdo que de niña esto me planteaba una profunda insatisfacción: quería poder tocar aquello que podía ver. Tenía once años cuando le pregunté a mi madre si algún día yo iba a morir; su respuesta fue tan sincera como piadosa. Juntas leímos partes de El profeta de Khalil Gibran, pero yo seguía desconsolada. Esta aprehensión dio origen a un segundo descontento—de hecho, a una ansiedad: que algo sea sólido o tangible no significa que sea permanente. Ya no podría yo quedarme con todo aquello que yo sentía.
¿Cómo puedo, entonces, llegar a una aprehensión? Si no me es posible examinar algo mediante el tacto, dada su intangibilidad, y si no puedo siquiera quedarme con aquello que sí puedo tocar, para examinarlo a fondo, ¿cómo puedo entonces llegar a comprender algo en su fondo? El hecho de dibujar lo que se observa proviene del deseo de aprehender, mediante una descripción, el mundo efímero observado. El dibujo de observación básica fue un punto de partida en mi obra y ahora, más recientemente, un lugar al que he regresado. En el marco de ese amplio proyecto de materializar luces y sombras incorpóreas, mis obras en papel sirven o bien como propuestas de intervenciones espaciales, o como un medio para llegar a una “aprehensión material” en sí, que se da más en el espacio que en dos dimensiones.
Cada proyecto concebido para un espacio específico empieza con una interrogante sobre esa luz o ese espacio, interrogante que provoca una reacción en mí, de algo que no puedo ver implícito en lo que observo. Además, siento que de tener el tiempo suficiente, yo bien podría llegar hasta ese elemento no visto. Por ejemplo, puedo ver las formas que la luz natural vierte en un espacio interior específico a las 10:30 a.m. de un 6 de enero, pero no puedo ver las formas que vierte al rayar el alba o a medida que la luz recorre esa habitación el resto del día. En mi obra también trato de comunicar toda esa información, de aunar esa experiencia del “ahora” con una experiencia simultánea “de lo pasado y lo que viene”. Programo cuidadosamente los días de investigación del lugar y hago minuciosos estudios de la luz natural para preservar en mis intervenciones el máximo de fidelidad al sitio donde las observé.
Esto lo hago porque, primero, quiero percibir todos esos detalles. Segundo, porque quiero “quedármelos”. Quiero demorar esa cualidad fugaz de luz y sombras interpretándola en lo material; lo hago para así poder tocarla. Finalmente, y consciente de mí misma, quiero averiguar por qué quiero todo esto. Hay algo compulsivo en esto de “querer para mí” esas cosas que me interesa explorar. Siento que así puedo poner de relieve la singularidad de esa compulsión. Considero que se trata de una compulsión muy extendida, frecuentemente negada, y sumamente humana. Es una compulsión vinculada con la ansiedad ante los cambios: el querer sentir que “sé algo” o que “puedo controlarlo”. Me gustaría invitar al espectador a que indague esto conmigo; por eso le brindo más detalles sobre un espacio de los que le habría sido posible percibir si yo no me hubiese comprometido a explorarlos en mi obra, y a la vez abordando la interrogante—que va más allá del placer estético—de por qué alguien haría eso.
Más allá de responder a algo bello, más allá de ser un simple ejercicio de describir lo observado, ¿por qué se lanzaría una persona entera, de cuerpo y facultades, a ese obsesivo seguimiento de la luz? Espero que en esta compulsión mía reconozcan algunas de sus propias ansiedades; que tal vez deriven serenidad de ese ampliado campo de detalles que ahora observan, que tal vez intuyan la necesidad e inutilidad, simultáneas, de ese gesto.